La transición al tecnofeudalismo
El punto de partida del tecnofeudalismo es una reducción del nivel de energía libre (fe) en la economía globalizada. Algo que afectará diferentemente a países capitalistas avanzados, pobres y a aquellos con un exceso de energía (Rusia) o socialistas (China).
Una disminución de la energía libre va a conducir a una reducción de la productividad horizontal, lo cual hará a todo el mundo más pobre. Al mismo tiempo la productividad vertical no se verá afectada, al menos de momento. De hecho, la energía disponible se concentrará precisamente en dichos procesos productivos verticales y específicamente en la IA. Incluso cuando el capitalismo haya alcanzado un nivel excesivo de sobreacumulación, aún sobrevivirá en una etapa de estancamiento debido al aumento en la intensidad del trabajo (de los que trabajen) acompañado de empobrecimiento generalizado pero con un nivel mucho más alto de complejidad vertical y una gigantesca concentración de capital: esto es lo que yo llamo tecnofeudalismo. En este contexto la IA cumplirá un rol clave de substitución masiva de las personas menos productivas. El tecnofeudalismo es un sistema en el que la productividad vertical está aproximándose a su límite y la productividad horizontal se reduce fuertemente. En las etapas iniciales del tecnofeudalismo, es posible que no se alcance inmediatamente el límite vertical de la productividad.
En el capitalismo, el aumento de la productividad es siempre mayor que el aumento de los salarios. Lógicamente, ya que, si no fuera por esto, el aumento de la productividad no compensaría la ley de la tasa de ganancia decreciente. En general, el capitalismo compensa la caída de la tasa de ganancia mediante el aumento de la composición orgánica del capital lo que se traduce en un aumento de la complejidad y de la productividad de cada trabajador.
Especialmente en su etapa madura, el capitalismo se especializa en la extracción de un tipo altamente organizado de complejidad que se traduce en un incremento de la productividad vertical.
El aumento vertical de la productividad del trabajo hace posible que a una determinada composición orgánica del capital, se produzca un aumento de la tasa de ganancia.
Por mucho que los gobiernos capitalistas se esfuercen en la llamada transición energética verde, lo cierto es que las energías renovables son más caras que el petróleo y su generalización implica disponer de una menor cantidad de energía libre. Esto significa que los países capitalistas avanzados al promover una “transición ecológica” reducirán la tasa de ganancia y acelerarán la transición al tecnofeudalismo, reduciendo la energía libre que se traducirá en una reducción de la productividad horizontal.
El aumento de impuestos para financiar presupuestos inflados, el perpetuo endeudamiento, la degeneración de la clase oligárquica y la canalización de capital a la bolsa de valores acelerarán la caída del sistema capitalista y su transición a la sociedad tecnofeudal. Cuando comience la escasez del petróleo terminará la globalización y junto con el petróleo acabará el sistema capitalista.
El tecnofeudalismo habrá llegado entonces y con él, una nueva sociedad, donde sólo el escalón superior de la misma podrá ser libre.
Relación entre energía y sobreacumulación
Dado que la composición orgánica del capital está definida por c/v, si la energía se encarece se traduce inmediatamente en una mayor composición orgánica del capital reduciendo su rentabilidad y por tanto reduciendo también la acumulación de capital y la posibilidad de crecimiento de la producción de cosas materiales.
Se puede decir que la energía subsidiada en forma de petróleo barato ha hecho posible una sobreacumulación de capital mucho mayor de lo que de otro modo sería posible. Por esta razón la transición hacia nuevos tipos de fuentes de energía implicará una fuerte reducción del capital fijo.
Usualmente, el capitalismo sufre crisis periódicas causadas por sobre acumulación de capital, la última de las cuales ocurrió en 2007.
Como hemos explicado anteriormente, la transición a la así llamada economía verde implica una reducción de la energía libre (fe). Si la economía mundial todavía sobrevive en condiciones más o menos estables es por un lado porque se ha reducido el consumo de combustibles fósiles haciendo que estos no sean demasiado caros y, por otro lado, el proceso de transición energética no ha avanzado mucho. Estamos pues en el “lugar dulce” en el que todavía disfrutamos de las ventajas de los combustibles fósiles y vemos al futuro con verde optimismo. Sin embargo, inevitablemente, la reducción de la energía libre conducirá a una reducción del capital fijo similar a la que estamos observado ahora en Alemania (2024) como resultado de las sanciones contra Rusia.
La reducción del capital fijo a suceder durante las próximas crisis de transición al tecnofeudalismo cumple un doble propósito, por un lado se elimina capital superfluo poco productivo, por el otro, la demanda de energía se adapta a la oferta. La sociedad y la economía tendrán que adaptarse a consumir menos energía y a utilizar la energía disponible más eficientemente, esto liberará energía libre (fe) para continuar el incremento de la productividad vertical por un tiempo más. Si el sistema capitalista es capaz de sustituir, al menos parcialmente, los combustibles fósiles por energía nuclear y adaptar su población a un modo de vida más austero energéticamente, la transición a la sociedad tecnofeudal será más lenta y menos dramática. A pesar de la crisis que se avecina, el sistema capitalista puede adaptarse y sustituir los combustibles fósiles por energía nuclear, al menos parcialmente, y descender lentamente al tecnofeudalismo. La otra posibilidad es que el shock creado por las sucesivas crisis imposibilite tal transición energética durante las primeras fases de la transformación del capitalismo al tecnofeudalismo, creando las condiciones para una rápida caída, y sólo más tarde, ya en condiciones de mucho menor disponibilidad de energía, pasar lentamente a una mezcla de energía nuclear, energía renovable y los remanentes de combustibles fósiles. Teniendo en cuenta el apalancamiento extremo del sistema financiero, es posible que la segunda opción es más probable, con una fuerte reducción en el uso de energía y un regreso al uso de fuentes locales de carbón y en algunos casos madera durante las primeras fases de la transición al tecnofeudalismo. Podemos predecir, por ejemplo, que 2 o 3 crisis sucesivas separadas por 14 a 21 años es el escenario más probable de la transformación del sistema capitalista en la nueva sociedad tecnofeudal. El inicio de la transformación estará marcado por una de estas crisis que por su magnitud debe ser al menos tan grave como la crisis de 1929 a producirse en 2028-2029 o antes. Con la diferencia de que después de cada una de estas crisis no habrá una recuperación total sino un nuevo nivel de acumulación de capital ajustado a las nuevas condiciones energéticas, y mientras el sistema capitalista se mantiene en el caos, una nueva crisis sobrevendrá antes de que una transición significativa a la energía nuclear se haya realizado. Es posible que tanto China como Rusia puedan abordar estos problemas de manera diferente. Rusia puede contar con sus propios recursos energéticos e incluso beneficiarse de la crisis, puede ajustar los precios de su mercado interno y permitir una transición a la energía nuclear en el mediano plazo. China por otro lado está inmersa en un gigantesco plan de construcción de centrales de energía solar instaladas en sus extensos desiertos. Aprovechando que en estos momentos la energía fósil todavía está subsidiando la mayor parte de la economía, China está instalando una enorme capacidad de producción de energía renovable que a la postre evitará un incremento del coste de la energía. El futuro es aún más favorable a China que el presente cuando sus productos producidos con energía solar, sean mucho más baratos que los producidos en otras partes que no hicieron la transición energética a tiempo.
Hay dos elementos estructurales relacionados con la organización de la sociedad que están conectados con el surgimiento del tecnofeudalismo, uno es el ratio de retorno de la energía, esto es cuanta energía necesitamos gastar para obtener cierta cantidad de energía que define la energía libre del sistema, y el otro es la tasa de ganancias. A medida que disminuye el índice de retorno de la energía, o sea, a medida que disminuye la energía libre, también se reduce la tasa de ganancias. En los próximos años los gobiernos darán una gran importancia al incremento de la eficiencia energética y el uso racional de la energía. La productividad horizontal ya no aumentará, sino que disminuirá, y esto llevará una vez más a la máquina del dinero a sus límites.
La fuerte reducción de la productividad horizontal irá acompañada de una gigantesca destrucción de capital, mientras que al mismo tiempo los gobiernos impulsarán un aumento de la productividad vertical con el objetivo de producir una sociedad más eficiente energéticamente. La tasa de rentabilidad se restablecerá parcialmente al gigantesco costo de llevar a la sociedad a los niveles de hace 70 años. El foco se desplazará de crecer (en el sentido de un aumento de la productividad horizontal) a un aumento de la productividad vertical, este será el empujón final de la fase de transición del capitalismo al tecnofeudalismo. Y, sin embargo, este empujón final será transitorio, ya que la sociedad tecnofeudal llegará muy pronto a su límite de productividad vertical, ya que los humanos habrán perdido el deseo de vivir en el tipo de sociedad que vendrá a sustituir al capitalismo moderno, a menos que, y esto es todavía más grave, sea la inteligencia artificial la que sustituya al hombre como principal generador de nueva complejidad.
El fin de la tercerización
Como mencionamos anteriormente, Marx consideraba que el sector de los servicios no es productivo. En general podemos dividir los servicios en dos grandes grupos:
- Aquellos que constituyen un apoyo a la reproducción del capital
- Aquellos que constituyen un apoyo a la reproducción de la fuerza de trabajo
Como explicara Marx, los ingresos del primer grupo provienen de la plusvalía del capital, es decir, es como si una empresa en vez de emplear a sus propios trabajadores, en un proceso burocrático o administrativo, lo externaliza a otra empresa que sirve a varias, de manera más eficiente.
Los ingresos del segundo grupo sin embargo no provienen de la plusvalía no realizada de la industria sino de los salarios de los trabajadores industriales. Y en determinadas regiones de ingresos provenientes de turistas extranjeros.
Es cierto que, en cierta medida, los servicios del segundo grupo también provienen de la plusvalía a través de los impuestos a las corporaciones, pero esto depende mucho del tipo impositivo y de la proporción global de este impuesto en la canasta de impuestos.
La mayoría de la población está empleada en servicios del segundo tipo. En el proceso de transición al tecnofeudalismo, las restricciones energéticas y la disminución de los salarios con el objetivo de aumentar la productividad del trabajo conllevarán a una reducción gradual del ingreso disponible para servicios no esenciales (restaurantes, bares, peluquerías, manicura, hoteles, servicios de reparación, etc.).
Es conocido que las arcas de la tesorería de los estados se llenan fundamentalmente a través de ingresos indirectos y otros que afectan fundamentalmente los ingresos provenientes del trabajo asalariado. Una disminución de los ingresos provenientes del trabajo repercutirá negativamente y causará un déficit que solo se podría arreglar con inflación o con una fuerte reducción del gasto público. El resultado final es el mismo, la disminución de los ingresos ya sea por inflación o por terapias de choque resultará en una fuerte disminución del empleo en el sector de servicios.
Si queremos tener una idea de lo que sobrevendrá a la mayoría de las economías podemos observar lo que está sucediendo ahora con Argentina.
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